
Hay días en los que simplemente no puedes. No es que no quieras, es que tu cuerpo y tu mente dicen «basta». Pero en lugar de escucharte, te repites que estás flojo, que deberías estar haciendo más, que hay gente con más carga que tú. Te exiges. Te fuerzas. Te culpas.
Lo que muchos llaman flojera, desmotivación o falta de ganas, muchas veces es otra cosa: agotamiento emocional profundo, consecuencia de llevar demasiado tiempo funcionando en modo supervivencia. Y eso tiene nombre: burnout.
¿Qué es el burnout?
El burnout es un estado de agotamiento físico, mental y emocional provocado por un estrés laboral crónico. No aparece de un día para otro. Es el resultado de semanas, meses o incluso años sosteniendo exigencias constantes sin espacio real para recuperarte.
No es estar cansado. Es sentirte vacío.
No es no querer trabajar. Es no tener ya con qué. No es flojera. Es tu cuerpo activando el freno de emergencia para que no te rompas.
Señales de que no es flojera: es burnout

Puede que no hayas identificado el burnout porque no siempre es evidente. Pero estas señales suelen aparecer:
- Te despiertas ya cansado, aunque hayas dormido.
- Todo te cuesta más: concentrarte, decidir, empezar.
- No sientes motivación por nada, ni siquiera por cosas que antes disfrutabas.
- Tienes bajones de ánimo frecuentes, irritabilidad o tristeza sin causa clara.
- Tu cuerpo empieza a hablar: tensión muscular, dolores de cabeza, problemas digestivos.
- Sientes culpa por no rendir como antes, y te exiges más aún.
Es una trampa: cuanto más agotado estás, más te castigas. Y cuanto más te castigas, más se agrava el agotamiento.
El modo supervivencia: vivir desde la urgencia constante

Cuando estás en modo supervivencia, no vives: reaccionas.
Tu sistema nervioso se mantiene en alerta continua. No hay descanso real, ni físico ni mental. Cada día es una carrera por llegar, cumplir, sostener. Y aunque termines las tareas, la sensación de amenaza sigue dentro.
Vivir así apaga la creatividad, la alegría, la conexión contigo. Vives haciendo, pero sin ser. Cumpliendo, pero sin estar.
Y lo peor: lo normalizas. Te acostumbras tanto a vivir en tensión que cuando el cuerpo intenta frenar, piensas que estás fallando.
El descanso no es pereza: es medicina
Has aprendido a medir tu valor por lo que produces. Por eso descansar te genera culpa. Sentarte, desconectar, no hacer nada… parece «perder el tiempo».
Pero el descanso no es lujo. Es regulación emocional. Es la forma que tiene tu sistema nervioso de volver al equilibrio.
Sin descanso real:
- No hay creatividad.
- No hay claridad mental.
- No hay bienestar.
Si llevas tiempo arrastrando cansancio, dejándote para el final, diciéndote que ya pararás… este es el momento de escucharte.
Qué puedes hacer hoy para empezar a salir del modo supervivencia
No necesitas hacer un cambio drástico. Solo necesitas empezar a interrumpir el ciclo.
Aquí tienes algunos primeros pasos:
- Ponle nombre a lo que sientes. No es flojera. Es agotamiento. Nombrarlo es liberador.
- Haz pausas intencionales durante el día. Aunque sean 3 minutos. Respira. Mira al cielo. Baja el ritmo.
- Cierra el día con un gesto que marque el final. Apaga el ordenador. Cambia de ropa. Di en voz alta: «Hoy ya está bien».
- Elimina tareas no urgentes. A veces no es hacer más, es dejar de hacer lo que ya no suma.
- Busca espacios donde no tengas que rendir. Leer, caminar, mirar el techo. Tu valor no depende de tu productividad.
No es pereza, es agotamiento mental
Lo que sientes no es una rareza ni un fallo personal. A diario, muchos profesionales atraviesan este mismo desgaste sin saber que se trata de burnout. Lo confunden con falta de motivación, con haber perdido las ganas o con “no estar rindiendo lo suficiente”. Pero en realidad, lo que ocurre es que tu mente y tu cuerpo llevan demasiado tiempo en modo alerta, sosteniendo más de lo que podían sostener.
La buena noticia es que esto tiene salida. Reconocer que no es flojera, sino agotamiento real, es el primer paso. El siguiente es permitirte parar, aunque sea un momento, y darte un respiro sin culpa. Recuperar la energía empieza precisamente ahí: en aceptar que necesitas cuidarte para volver a avanzar.
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